Cómo me gusta ensuciarme las manos cuando dibujo...
Son las dos y cinco de la mañana y doy los últimos retoques a un boceto que me ha pedido Natalia. Mientras observo a la chica de mi dibujo, mi cabeza comienza a divagar. Sin previo aviso. Sin causa y... sin permiso. Aunque de habérmelo pedido, se lo hubiera dado con gusto. Hace tiempo me enseñaron a dejar volar la imaginación de vez en cuando... es sano. Así, los arrebatos de locura se reducen a momentos controlados. Entonces, miles de ideas se escapan de mi cabeza, se descuelgan por mi mata de pelo salvaje y se lanzan en triple salto mortal al folio en blanco que les espera sobre la mesa.
La chica del dibujo no me mira. Ella no salió de mi cabeza, ya paseaba su elegancia por medio mundo antes de que naciera yo. Esta noche, amablemente, ha dejado que mi carboncillo la atrape en un papel. Pero ella sabe que no necesitamos ver su cara para reconocerla, por eso muerde un croissant mientras observa un escaparate. No sé si con esas Ray-Ban Wayfarer verá bien...
La entrada de hoy va primero por Natalia, que me lee siempre y que siempre me da ideas, como la de hoy. Pero también por Irene, que dice que le gusta lo que escribo y que se ha comprado un vestido nuevo con el que está guapísima. Audrey dice que no olvides los taconazos y un poco de eyeliner!
Ahora, pienso un final mientras me miro las yemas (negras) de los dedos. Cómo me gusta ensuciarme las manos cuando dibujo...
Son las dos y cinco de la mañana y doy los últimos retoques a un boceto que me ha pedido Natalia. Mientras observo a la chica de mi dibujo, mi cabeza comienza a divagar. Sin previo aviso. Sin causa y... sin permiso. Aunque de habérmelo pedido, se lo hubiera dado con gusto. Hace tiempo me enseñaron a dejar volar la imaginación de vez en cuando... es sano. Así, los arrebatos de locura se reducen a momentos controlados. Entonces, miles de ideas se escapan de mi cabeza, se descuelgan por mi mata de pelo salvaje y se lanzan en triple salto mortal al folio en blanco que les espera sobre la mesa.
La chica del dibujo no me mira. Ella no salió de mi cabeza, ya paseaba su elegancia por medio mundo antes de que naciera yo. Esta noche, amablemente, ha dejado que mi carboncillo la atrape en un papel. Pero ella sabe que no necesitamos ver su cara para reconocerla, por eso muerde un croissant mientras observa un escaparate. No sé si con esas Ray-Ban Wayfarer verá bien...
La entrada de hoy va primero por Natalia, que me lee siempre y que siempre me da ideas, como la de hoy. Pero también por Irene, que dice que le gusta lo que escribo y que se ha comprado un vestido nuevo con el que está guapísima. Audrey dice que no olvides los taconazos y un poco de eyeliner!
Ahora, pienso un final mientras me miro las yemas (negras) de los dedos. Cómo me gusta ensuciarme las manos cuando dibujo...
me muero! QUÉ BONITO! No sé cómo lo haces pero cada día me sorprendes más jajajajajjaja
ResponderEliminarjoooooooooo quiero uno para mi habitacióon jajajaja es mucho pedir, me conformo con seguirte a tí y a tu blog, tus historias, tus dibujos....gracias por compartirlos ;) eres genial!Un beso!
me siento importante... XD yya sabes que me encanta lo que escribes y que me voy a encargar de que toooodo el mundo conozca tu blog!!! el acoso a las revistas de moda a comenzado... que empiecen a temblar!!! muahahaha
ResponderEliminarun besazo artista!!!
Impresionantes dibujos. Lo transmites todo. Genial! Pásate por mi blog si te apetece, sin ningún tipo de compromiso
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