lunes, 19 de julio de 2010

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Siempre ha estado ahí. Como el mar. Como esas ensaladas veraniegas de mi madre en pleno invierno. Inconfesable e ineludible. Etérea y a la vez intrínseca. Morriña.
Dicen que nosotros la inventamos, y que no tiene traducción. Normal. La descubrimos cada día; y hace mucho tiempo que dejamos de intentar explicarla, porque nunca sabrán del todo lo que es. Es… una concha grabada en piedra en un lugar remoto: camino de regreso a casa. Es una sonrisa amplia, una melena al viento, siempre que se aderece con ese acento dulce que tan bien conocemos. Dicen que cantamos. Que subimos y bajamos, pero no se sabe adónde vamos. Nuestros viejos leen las nubes y han aprendido a respetar al mar. Te contarán mil historias de otro tiempo. Del pasado que llevan dentro. Muchos emigraron. Pero cómo no regresar cuando cada día sientes la llamada del mar, etérea y a la vez intrínseca. Tan dentro. Morriña.
Dicen que somos supersticiosos. Exportadores de meigas. Importadores de leyendas. Por nuestras páginas pasó Hamlet y también Sinbad el marino, de la mano de Scherezade. Mil y una noches en las que los caballeros de la Mesa Redonda buscaron el Santo Grial por el mundo para terminar encontrándolo en nuestras tierras. Cómo no.
Puedes adivinar el pasado en las piedras gastadas de ciudades milenarias. Y sentir el futuro en el aire. Dicen que somos emprendedores. Porque además de meigas y de caldo gallego, exportamos moda. A Milán, a Londres y a París. A la Quinta Avenida. Toda fashionista que se precie puede bucear en su armario y encontrar al menos diez prendas made in Arteixo, La Coruña. Cerca de lo que los romanos llamaban Finis Terrae. Porque para qué quieres un imperio si día tras día deseas volver a asomarte al balcón del Atlántico. Mejor quedarse.

1 comentario:

  1. IMPRESIONANTE!!!!creo k no sé cómo más describirlo ajajajja PRECIOSO!

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